Archivo mensual: julio 2010

Mejor no escribir cabreado

Me echan en cara que tengo el blog abandonado, y no les falta razón. Pero tengo mis motivos. No es el principal de ellos el llevar casi cinco meses con una ciática que no remite y estar en la larga y tediosa lista de espera de nuestro querido SCS. Una espera que a menudo desespera. No es el principal motivo, repito, pero tampoco ayuda al buen humor.

En estos días ha habido muchas noticias sobre las que reflexionar, pero cuando he intentado escribir algo he sufrido algún ataque de bilis y he preferido dejarlo estar, porque las ideas que venían estaban cargadas de mala leche y no valía de nada contar hasta cien.

No sé si es mi estado de ánimo o simplemente que el panorama es objetivamente desolador. Después de la resaca del Mundial y su espejismo de unidad nacional en torno a algo tan intrascendente como el fútbol, regresa la verdadera realidad.

Los años de gobierno de este ignorante iluminado, cuyo único bagaje intelectual es un carro de tópicos del ideario más rancio del progre trasnochado, están dejando los cimientos del estado en amenaza de ruina inminente.

Leer por las mañanas cualquier medio de comunicación serio es la mejor forma de entrar en depresión. No sólo por el desastre que se cierne sobre nuestra economía, sino por muchos otros aspectos.

Hoy nos desayunamos con ese proceso de acercamiento de presos “arrepentidos” de ETA al País Vasco. Una nueva vuelta de tuerca de nuestro lamentable paisano Rubalcaba, que viene a demostrar que hay concesiones injustificables que sólo pueden entenderse dentro de un proceso de negociación que suponíamos, quizás erróneamente, liquidado.

Tampoco da para muchas risas el espectáculo de una Cataluña liberticida, donde las instituciones hacen bandera de cualquier aspecto que intente liquidar los lazos que nos unen. No es fácil creer que quienes dicen que un feto es un ser vivo, pero no humano, se preocupen tanto por los derechos bovinos. Ni se entiende muy bien esa corriente que defiende a estos animales, pero se despreocupa de aquellos que no son un hecho cultural español. Seguirán comiendo butifarra y paté, sin preocuparles la crueldad de la matanza del cerdo, ni la tortura de los patos para engordarles hasta que les revienta el hígado.

Hay que estar muy ciego para no ver hasta qué punto quienes hoy dirigen el PSOE (que bien haría quitándose la “E” del nombre) están colaborando en el desmantelamiento del Estado.

Y también les animo a quitarse la “O” de obrero (que en realidad podrían haber quitado hace ya muchísimos años). Jamás creí llegar a ver a un partido que se dice “socialista” (aunque les animo a quitarse la “S” del nombre, porque realmente no pinta nada), sacar adelante y en solitario una reforma laboral que supone un verdadero atentado a los derechos de los trabajadores. Si esto lo hace la derecha las calles estarían ardiendo.

Hay que ver la de veces que he tenido que aguantar referencias de esta progresía al “decretazo” del gobierno de Aznar. Una nimiedad al lado de lo que aquí se contempla.

Y en Cantabria la cosa no está mejor, con Revilla intentando convertir en triunfo su absoluto desastre, acudiendo de nuevo al engaño, a los plazos imposibles, y a las nuevas promesas que nadie se cree. ¡Todavía tiene la caradura de pedir al Iñigo de la Serna que arrime el hombro!.

Hay que recordar a este señor que la honestidad no se ciñe sólo a “no meter la mano en la caja”. La honestidad consiste también en decir la verdad o en no cambiar privilegios personales (el sillón y el bastón de mando) por los derechos de la región. Quien contribuye a un engaño general y sostenido a los ciudadanos para seguir en el poder (y vivir instalado en el privilegio) está corrompiéndose, por mucho que no se tipifique como delito. Es moralmente inaceptable.

Igual que acabó el Mundial y con él el sueño de una nación unida, pasará el verano y nos encontraremos con la verdadera realidad de este país y esta región.

Estas y otras razones son las que me impiden escribir como yo querría, con humor y cierto optimismo. Por eso prefiero esperar tiempos mejores o hablar de temas menos trascendentes. Llega agosto y pienso desconectar de forma radical; disfrutar del descanso y de actividades que nada tienen que ver con este panorama lamentable que nos rodea.

Porque todavía hay recorrido y nadie debería infravalorar la capacidad del nefasto Zapatero y sus adláteres para poner las cosas aún mucho peor. Aliados no le faltan, unos para sacar provecho de su debilidad (nacionalistas), otros para sacar renta a su ambición de poder  (Revilla). Todos ellos son igual de cómplices de la situación.

Mientras los socialistas desmantelan el estado del bienestar, mientras dan alas a los nacionalistas para desmantelar la nación, mientras protegen los derechos bovinos y se cargan los de los humanos, y mientras sus cómplices provincianos les sostienen a cambio de prebendas, yo me voy a ver a Mark Knopfler y después,  de vacaciones.

A ver si así se me pasa el cabreo o si cargo las pilas, que las dos cosas me hacen falta.

Lo único bueno de estos días ha sido leer la opinión de gentes, como el buen Andrés Calamaro, pidiendo que le borren de “progre”, que si lo que hace este gobierno es ser progresista que hace apostasía. Unos cuantos más han dicho cosas similares.

Bienvenido, Andrés, ya has tardado en ver las cosas como son. Más vale tarde que nunca. Los arrepentidos de la “ceja” se deben contar por millares, porque en estas cosas, como en los icebergs, sólo aflora una pequeña porción, la de los más valientes.

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Un final made in Hollywood

Se acabó el infortunio. Por fin hemos ganado la Copa del Mundo, algo que varias generaciones habíamos perdido la esperanza de llegar a ver.

Han sido décadas de decepciones, unas veces por mérito propio (Cardeñosa, Salinas, Eloy, Zubizarreta), otras gracias a un completísimo ridículo colectivo (mundial de España, Naranjito incluído), y, algunas más, por méritos ajenos (el atraco de aquel árbitro gandul).

La cosa es que siempre íbamos con enorme ilusión y volvíamos con un notable mosqueo. Igualito que a los toros. Cosas de la raza.

Y si eso era malo, mucho peor era ver proclamarse campeón a países como Francia, a los que tenemos nuestra particular manía de vecindario, que es, por otra parte, recíproca y a menudo justificada. Que Brasil gane mundiales tiene un pase, pero que los ganen los gabachos, mientras nosotros nos comemos los mocos, da muchísima rabia.

Lo cierto es que antes de la final se mascaba la tragedia, sobre todo por la actitud de buena parte de la prensa, que hablaba sin tapujos de las celebraciones, antes de jugar el partido. Un error que se suele pagar caro.

Esta final venía con grandes novedades. Enfrente teníamos a los herederos de la naranja mecánica, aquella selección que admiró al mundo por lo bien que jugaba y porque nunca ganaba nada, características que alguno han querido ver también en anteriores combinados españoles, de forma optimista sin duda, ya que es cierto que, como Holanda, nunca habíamos ganado casi nada, pero no por nuestro juego preciosista, sino porque jugábamos con el culo y nos arrugábamos en las grandes ocasiones. Lo nuestro siempre han sido los amistosos. Somos un país afable.

De esta forma se llegaba a la final; con dos selecciones especializadas en grandes fiascos, llenas de complejos y fantasmas del pasado, y sólo una de ellas habría de cambiar esa historia de chascos para siempre.

Los holandeses debieron de pensar que no podrían cambiar su historia de fatalidades si hacían lo mismo que otras veces, es decir, jugar bien; y debieron repasar la historia de los mundiales para comprobar cuántas veces ha ganado el fútbol ramplón, resultadista,  guarro y tramposo de Italia. Así que acometieron el plan B.

El plan B consistió en encomendarse al espíritu de Chuck Norris. La Naranja Mecánica se transformó en la Mandarina Asesina, y optó por un estilo de juego directo, pues empezaron, directamente, a dar hostias. Sin miramientos ni disimulo alguno. Si eso le ha funcionado a Italia a lo largo de la historia, ¿por qué no les iba a funcionar a ellos?, debieron pensar.

Y lo malo es que a punto estuvo de ser la táctica correcta. Hasta tal punto copiaron el estilo de los transalpinos, que hasta le añadieron el detalle sorprendente y muy latino de dar patadas primero y protestar al árbitro después, convirtiendo la final en un espectáculo bastante surrealista.

Desde el pitido inicial se liaron a coces con una contumacia impresionante, y, acompañaron cada patada de un rosario de protestas al árbitro, como diciendo: ¿oiga, es que no ha visto que el español ese me ha doblado los tacos de aluminio con el esternón?.

Con el pelo rapado y la camiseta naranja, parecían un grupo de hare krishnas poseídos por el anticristo. Ni que les hubieran echado en el agua un puñado de tripis de los mejores cofee shops del puerto de La Haya.

El arbitro que, además de inglés, era un cagón de cuidado, dejó seguir a lo suyo a los discípulos de Kill Bill por aquello de no estropear el espectáculo, y a punto estuvo de aguarnos la fiesta.

Un final made in Hollywood.

En muy raras ocasiones la vida imita al cine. No es frecuente que los buenos se impongan a los villanos, se lleven el tesoro y la chica. De hecho yo sólo recuerdo un final así en el fútbol, y es en una película; “Evasión o victoria” de Huston, cuando los prisioneros aliados vencen a la selección de carceleros nazis, cuyo estilo de juego guardaba un parecido sorprendente con el de esta Holanda.

Pero esta vez la realidad se empeñó en imitar a la ficción.

Al igual que en las buenas películas, la emoción fue insoportable, y a todos se nos paró el corazón cuando uno de aquellos naranjitos psicópatas, de nombre Robben, se plantó sólo ante Casillas. Otra vez iban a ganar los de la Gestapo…como en la vida misma.

Y cuando llegaba el fatal desenlace en cámara lenta, el tiempo se paró un instante, sonaron los acordes de la música de John Williams (yo los escuché, al menos) y apareció milagrosamente Indiana Jones vestido de verde, para desviar el disparo a bocajarro del villano.

Los carniceros holandeses, impotentes, se lamentaban de su suerte. Parecían mirar al cielo y clamar: ¡qué injusticia!, con la de esfuerzo y dedicación que estamos poniendo en romper las piernas al enemigo. ¡Oh Señor!, ¿por qué nos has abandonado?.

Como en un final made in Hollywood, los acontecimientos se sucedieron, estirando la incertidumbre hasta el último minuto. Los buenos, salvados varias veces por los pelos, nos dirigíamos hacia el precipicio de los penaltis, enfrascados en una lucha sin cuartel y sin prisioneros.

Y cuando el abismo de la gran catarata, que habría de tragarnos para siempre, aparecía ya en primer plano, el más bravo de los buenos, un chaval pequeño y frágil,  que incomprensiblemente había sobrevivido en aquel mar de hostias, apareció para lanzar un disparo certero al corazón de la bestia.

Los malos habían perdido. Un enorme ”The end” se pintaba sobre el césped.

El chico besó a la chica, los buenos se quedaron el tesoro, los malos pagaron sus fechorías, y a los heroes, de regreso a la patria, les pasearon con sus medallas, como a Luke Skywalker y Han Solo en la Guerra de las Galaxias.

Y lo mejor de todo: nos hemos quitado la fatalidad para siempre, que se la han quedado en exclusiva los holandeses. Se lo merecen por cochinos. No se trata así a un país que te ha dado tantas cosas buenas, como el Duque de Alba o los Tercios de Flandes.

No hemos ganado un mundial, hemos traído la justicia al Universo. Qué tiemblen los malos y los abusones.

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Cuando Pedrito se convirtió en San Pedro

Más chulos que un ocho. Así nos hemos plantado en la final del Mundial, algo que jamás me habría imaginado que llegaría a ver. Mucho menos después del fiasco de Naranjito y Citronio; cuando hicimos uno de los más sonoros ridículos de entre los organizadores futbolísticamente civilizados de un mundial.

Y digo que más chulos que un ocho, porque hemos sido el único equipo con los cojones de jugar una media de sesenta minutos por partido con diez jugadores. Así, dando ventajas al contrario, que para eso vamos sobrados.

 

Pero una semifinal es mucha tela, y Del Bosque pensó que a los alemanes ni agua, que eso de dar ventajas de entrada esta bien con equipillos de medio pelo, de esos que te ponen el autobús en la portería y un palomero en punta a ver si coge un balón, chuta, le pega a Piqué en el culo y entra, para desesperación de Casillas, su novia y el resto del pueblo español.

 

Así que España ayer salió con once, lo que sin duda desconcertó a los teutones, que habían ensayado la táctica de parar a un solo punta (Villa) y dejar en paz al niño rubito que camina cabizbajo por el área, en fuera de juego y sin ganas de hacer una carrerita ni para disimular.

 

Con esta táctica innovadora de jugar con diez para despistar al rival, y meter un jugador, hasta llegar los once que deja el reglamento, en la segunda parte, habíamos conseguido doblegar a todos los amarretes que nos habíamos encontrado en las eliminatorias, a excepción de Suiza, que jugó con el autobús y con la Virgen.

 

Del Bosque, sorprendente esta vez, sacó a Pedrito de titular, y el chaval se salió. No sólo el chaval, también el resto, porque la verdad es que si Alemania pareció tan poca cosa se debe exclusivamente a que España hizo un partido de matrícula de honor. Es lo bueno de jugar con once. Parecíamos Brasil, pero la Brasil de Pelé o la de Sócrates y Zico, no la Brasil ramplona de “Robinho al borde del ataque de nervios”.

 

Tan sobrados estábamos que hasta les metimos un gol de corner, es decir, un gol a la alemana, con un Puyol que llevaba puestas las esencias de Zarra o Marcelino, el del gol que hizo temblar los cimientos del telón de acero.

 

Pero la principal aportación de Pedrito, convertido, como dijo Paco González, en San Pedro, no fue la de sus desbordes y el desparpajo para encarar, una y otra vez, a esos armarios de Ikea que tiene Alemania en la defensa. Su principal aportación, la que de verdad hemos de agradecerle por siempre, fue la venturosa jugada en la que, pudiendo pasar el balón al Niño, que sin pretenderlo se había quedado sólo y meditabundo en el área, -pues pasaba por ahí pensando en sus cosas-, prefirió intentarlo el solito, lo que fue una inteligentísima decisión, mucho más admirable si tenemos en cuenta que es una decisión tomada en milésimas de segundo.

 

Porque imagínense si, en vez de hacer el chupón, le pasa el balón a Torres, y éste, simplemente por una remota casualidad, la pega rematadamente mal, como acostumbra, mete un gol de churro y finiquita a Alemania.

 

Imagínense que terrible desgracia. Ahora estaríamos todos aterrorizados pensando que, de nuevo, nos le ponen de titular en la final, y que repetimos el esquema suicida de jugar con diez otros sesenta minutos, ni más ni menos que en la final de un campeonato del mundo. Con lo que nos ha costado llegar hasta aquí, tras deshacernos de Raúl, tendríamos otra década con un delantero de similares características. Es decir, un delantero que juega por decreto ley, así esté en forma o esté más cojo que El Manteca.

 

Debemos ser chulos sí, porque podemos, pero suicidas no, que estos holandeses son capaces de cualquier cosa y dicen que a la tercera va la vencida. Nunca sabremos valorar la importancia de la decisión de Pedrito, definitivamente San Pedro, que puede valer un mundial.

 

Hablando de otras cosas, he leído que Zapatero ha anunciado que está pensando si irá a ver la final, y eso sí que no lo arregla ni Pedrito, ni San Pedro. Dios nos asista. Este hombre no tiene límites en su ardua tarea de sumir a España en una depresión sin fondo, a todos los niveles.

 

Hay pánico en los foros futboleros sobre tal posibilidad y hasta el pulpo Paul está esperando la decisión de nuestro gafe mayor del reino para dar su pronóstico. Sí es que hasta los pulpos le conocen, y mucho más los pulpos de la Merkel.

 

Un cachondo en el foro de Marca le rogaba al Presidente que viera en casa el partido y cuidase de las niñas para que no se coman al gato. Hay muy malas personas en esos foros anónimos, porque esas cosas no se dicen, ni aunque te asista la razón.

 

El domingo nos esperan mis primos, los Van den de Holanda, esperemos que los alemanes le den matarile al pulpo antes de que haga un pronóstico, porque si dice que perdemos, la cosa se pone fea, y es que este pulpo sabe bastante más de fútbol que la mayor parte de la prensa deportiva.

 

Qué bien lo vamos a pasar este domingo sufriendo como perros. ¡José Luís, por tu madre, quédate en la Moncloa! y llévate al resto del consejo de Ministros a ver el partido en la tele de plasma, con unos ganchitos y unas birras. Danos un respiro, déjanos una alegría, que falta nos hace.

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